Cuentos y relatos que ahondan en las teselas de la psiquis humana, indagando en sus sentimientos, pensamientos, temores y neurosis - Un libro imprescindible para conocer al ser humano.

miércoles, 18 de febrero de 2009

CUENTOS NEURÓTICOS Y OTROS RELATOS


El Factor Humano (fragmento)

¿Te has tomado la pastilla? —preguntó Matilde
cuando vio a su marido empezar a pelar su manzana—te la he
dejado junto al vaso—añadió señalando con la cabeza
mientras sostenía la sopera entre sus manos.

Desde su jubilación, la apatía había ido ganando
terreno en su vida manifestándose en una despegada actitud
hacia ella y los asuntos domésticos que la tenía en vilo
constantemente, por eso, ni corta, ni perezosa, había
consultado con doña Julia acerca del tema. La farmacéutica,
después de escuchar las confidencias de Matilde respecto a su
marido, lo había achacado todo a la llegada de la primavera, y
le había aconsejado que tomase vitaminas una temporada.
Pero llevaba ya casi un mes y ella no veía resultados.

—Sí —mintió Faustino.

Cuando se dio la vuelta, cogió la pastilla y se la
introdujo en el bolsillo del pantalón. Era grande y de sabor
amargo; siempre se le atrancaba en la garganta, obligándole a
beber dos vasos de agua para que le bajase por el esófago. Ese
empeño enfermizo de su mujer por su salud le sacaba de
quicio. “Estás muy decaído últimamente —le había dicho un
día, hacía más de medio mes— "te he comprado estas pastillas
en la farmacia para que te animes un poco; la primavera afecta
a las personas; me ha dicho doña Julia que éstas te irán bien;
llevan ginseng.

¿Qué sabrá ella si estoy o no decaído?, pensaba
Faustino, si lo estoy, desde luego no es a causa de faltarme
vitaminas. ¿Y qué demonios será el ginseng? Las
consecuencias de enfrentarse a los deseos de una mujer como
Matilde no le apetecían demasiado, así que decidió seguirle la
corriente, pero al tercer intento de tragarse la dichosa
pastillita, resolvió escondérsela para tirarla luego en la calle.

—¿Seguro que te la has tomado?—Insistió Matilde
sospechando la verdad. La caja se acababa y Faustino seguía
igual.—¡Te he dicho que sí! ¡No incordies más o no las
tomaré!

—No seas protestón, últimamente no haces nada. Te
pasas el día de cara al televisor, o en el bar con ese amigote
que te has echado, y no me ayudas.

Matilde elevó el tono de voz al ver a su marido
levantarse del sofá.

—¡Te estás volviendo un viejo inútil! ¡Fíjate por
donde vas que casi pisas a Regina!—añadió chillando.

El enfurruñado Faustino, que acababa de perder sus
expectativas de pasar una tranquila noche en su hogar, se
dirigió a la habitación, encendió la luz y buscó entre la ropa
amontonada en la silla su chaqueta de algodón beige. Pero la
ropa sin planchar pudo más que su aparente paciencia.

—¡Matilde! —gritó malhumorado— ¿Dónde has
puesto mi chaqueta? ...

(Este es un extracto del primer cuento de la colección)

No hay comentarios:

Publicar un comentario